IV jornadas del norte argentino de estudios literarios y lingüísticos.
Por Mariela Salinas.
12 de Octubre, 2012.
La primer
novela de Germán García llamada Nanina es publicada por la editorial Jorge
Alvarez en el año 1968, si bien se agotan tres ediciones en tres meses, es
prohibida en el mismo año por la dictadura de Onganía. Quizás sospechando que
la novela estaba cargada de rebelión y desparpajo, en palabras del autor: “En
el 68 lo prohibieron, pero “leído hoy, ‘Nanina’ es un libro inocente”
Lo central
en Nanina es el empuje del deseo, de un deseo decidido pero no sin vicisitudes.
Las avatares del crecer, los desafíos constantes de saber y no saberse en la
escritura, la incomodidad y la reticencia hacia los determinismos familiares y
sociales, estos son temas que el narrador describe a lo largo de su historia. Una
novela provocativa e intransigente, que en el transcurrir de sus líneas provoca
pasión, tristeza, asombro, nostalgia. La sorpresa de los giros y las
bifurcaciones en la escritura de García provocan fascinación.
Otro de los
temas de la novela es la Iniciación, puesto que signa el camino del relator.
Ser novicio en la sexualidad, la novedad de vivir en la gran ciudad, su
lanzamiento en la escritura, lo impulsa pero a la vez le exige. Cito al
escritor:“La Gran Novela se dibujaba en
mi cabeza, pero no se escribía. Cuanto más se dibujaba, más me sentía tentado a
escribirla y me poseía la tristeza de un trabajo para el cual era necesario
tiempo, plata, casa, comida, máquina de escribir, distracción, amor y otras
cosas que los novelistas declaran tener. Cómo podía, por dios, escribir esa
novela, como El Quijote, y de menos páginas, en un siglo de mucha competencia,
donde ya estaban los grandes que habían escrito lo único que a mí me parecía
justo.” (García, G. 2012, p.23-24)
¿Cómo
escribir con el peso de los ideales? Eso se pregunta el personaje que tiene una
gran fascinación literaria e imagina un texto donde ensambla diferentes títulos
de novelas, conversando e hilando palabras de autores que lo marcaron, cito:“Un relato hecho de títulos de libros y
estereotipos: las armas secretas traen el poder y la gloria, son necesarias
otras inquisiciones y es necesario vivir muchas noches de amor y de alegría
antes del casamiento. La impura es bastarda, pero no todas las bastardas pasan
por el mismo túnel. La vida en serio, el ocio creador es lo necesario para perder el miedo a la
libertad. No se va al muere por un kilo de oro, no se vive sobre una alfombra
roja y si se hace no se debe confundir eso con una temporada en el infierno. Al
vencedor se le caen las medias si descubre que el eros y la civilización se
excluyen y que la condición humana, la esperanza, el parto sin dolor, el sí de
las niñas, son tierra de nadie, intereses creados. Y porque todos nos vamos a
morir la semántica no puede con el final del juego y sobre los héroes y las
tumbas una meada del mundo, amén.” (García, G. 2012, p. 45)
La historia
de una vida que gira en torno a escenas que se repiten, los recuerdos, la
añoranza por lo que fue y lo no vivido, todo ello entremezclado con sonrisas y
sinsabores, dice el autor: “Todo llega y
vuelve por la memoria hacia el pasado. Un viaje de ida y vuelta hacia el
presente, escabullido por mí en estos trenes, en estos proyectos alimenticios y
estériles.” (García, G. 2012, p.52)
La locura y
la muerte son preocupaciones que atormentan, desde allí comienza y concluye la
novela. Todo ello englobado en Nanina, puesto que: “Nanina es la imposibilidad de ser. Una raíz de inmortal aburrimiento,
un asalto de la memoria a la razón” (García, G. 2012, p. 241)
Y un modo de hacer con eso es la
escritura...“Ahora voy mirando las cruces, los cementerios, las iglesias, las
monjitas de negro, las pirámides en los libros, la cara de Napoleón, la de
Belgrano, y también caras de muertos desconocidos en los diarios; y además
puertas viejas, cuadros enmohecidos, letrinas históricas: siento asco y
entonces me veo muerto y sepultado – como se dice – y no puedo soportar el peso
de mi cuerpo, el de mis zapatos, entre la variedad de gente de la calle, por el
centro, en esos domingos que no terminan cuando uno extiende los
brazos,echándose hacia atrás, sentado y pensando que ya nos es necesario
escribir una líneas más. Ya está por hoy – piensa y el domingo continúa”
(García, G. 2012, p. 275).
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